Aquellas Semanas Santas

A mi hermana y yo peleabamos con mi madre en caso de hacer mal tiempo. La Semana Santa era sagrada y había que pasarla en P.

Todo comenzaba el Domingo de Ramos, en el cual según la tradición había que estrenar algo. Ibamos a misa a recoger la Rama de Olivo que se guardaba en casa hasta el año siguiente. Luego nos ibamos al “Calvario” nombre dado por mi abuela a los bares de copas.

Asistíamos a las diferentes procesiones e intentabamos respetar el no comer carne a base de balabarismos, pues tanto Ali como yo odiabamos a muerte el “Potage de Semana Santa”.

Me apasionaba ver como aquellas personas totalmente anónimas acompañaban a las pasos en silencio y portando cirios encendidos, los nazaremos. Uno de aquellos años la madre de Julio hizó un nuevo traje para Vicen y me propuso utilizar el viejo. Empezaba a participar activamente en la Semana Santa.

Todavía recuerdo el frio que hacía por la noche, daba igual el número de calcetines que llevaras, el frío lo transpasaba todo. Especialmente en las procesiones de madrugada. Haciamos tiempo en el bar en lugar de irnos a dormir y mi pobre abuela aceptaba esto resignada.

El Domingo de Resurrección había que recogerlo todo para volver a casa a la rutina habitual y a las clases .