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laCasademiAbuela
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  • Je suis en train de faire la rénovation de la maison de ma grand-mère. Des recettes de cuisine, de la bidouille, du tricot, de la couture, du séries BBC en V.O., de la photograhie, de mon village... bref, ma p'tite vie!!!
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28 janvier 2007

El Príncipe Feliz

Voy a contaros este hecho que ocurrió en una ciudad como tantas otras. Con sus grandes edificios, sus humildes casas, sus gentes, y naturalmente, su estatua representativa, que era la del príncipe feliz.

Este príncipe vivió hace muchos años y su reinado transcurrió pacíficamente y sin demasiadas complicaciones. Ante esa magnifica situación el príncipe no pudo por menos que sentirse feliz.

Y con ese sobrenombre pasó a la posteridad. Su estatua, hecha de oro y piedras preciosas, se erguía en la plaza de aquella ciudad. Cada otoño las golondrinas emigraban hacia países más cálidos.

Un día, una golondrina se sintió de pronto muy cansada; llevaba muchas horas volando y ya no podía más. En aquel momento, ella y sus compañeras pasaban por la plaza donde se asentaba la estatua del príncipe feliz.

El príncipe tenía una mano en su pecho y formaba con ella un pequeño hueco. Allí fue donde la golondrina encontró cobijo para descansar un poco y reponer sus fuerzas. Sus compañeras siguieron el camino.

De pronto, ¡oh, prodigio!, de los ojos aparentemente sin vida del príncipe feliz cayó una lágrima que dejó empapada a la golondrina. Esta se quedó muy sorprendida ante el inesperado chapuzón.

Rápidamente levantó la cabeza y miró al cielo. Lucía un sol radiante y apenas alguna nube aparecía en el firmamento. La golondrina no comprendió de donde había caído el agua. Como se había retrasado algo respecto  a sus compañeras, decidió seguir camino sin tratar de averiguar la causa del extraño suceso. Pero, de pronto, oyó una voz que la llamaba.

Era la voz del príncipe feliz. La golondrina retrocedió y se dio cuenta de que los ojos de las estatua estaban húmedos”¿Qúe te ocurre?”, preguntó. El príncipe contesto: “Lloro por la pobreza de esta ciudad”.

“¡Si pudiera remediarla! – suspiró el príncipe-, pero yo no puedo moverme de aquí. ¿Quieres ayudarme tú?” La golondrina exclamó decidida” A pesar de que tengo mucha prisa, estoy dispuesta a ayudarte”.

El príncipe dijo: “Quiero que arranques la esmeralda de mi espada y la lleves a una pobre mujer cuyo hijo está enfermo”. La golondrina se dispuso a cumplir la voluntad de la estatua.

Pero al intentar arrancar la esmeralda, notó que estaba muy bien pegada a la espada y que resultaba muy difícil sacarla. pero la voz del príncipe feliz le daba fuerzas: “¡Es preciso que la arranques!”, le decía!

“Piensa que tu pobre esfuerzo devolverá la felicidad a una pobre mujer y a un niño enfermo”, añadió. La golondrina, en un desesperado esfuerzo por arrancar la piedra, perdió el equilibrio y cayó al suelo.

Cuando la golondrina, maltrecha por el golpe, trató de incorporarse, sintió que algo duro le golpeaba la cabeza. Era la esmeralda que por fin, se había despegado de la espada del príncipe.

A pesar de que aún sentía el profundo dolor que le produjo la piedra al caer sobre su cabeza, la golondrina emprendió el vuelo hacia su bella misión. Había mucha miseria que remediar. Cuando llegó a la casa de la mujer pobre cuyo hijo estaba enfermo, la golondrina dejó caer la esmeralda, La buena mujer empezó a dar las gracias a Dios al ver que sus problemas se iban a solucionar.

LA golondrina regresó junto a la estatua. “Ya he cumplido tu deseo- le dijo-.Ya hora voy a seguir mi camino”. “Todavía no- respondió el príncipe-, ahora quiero que arranques las piedras de mis ojos”.

La golondrina se negó rotundamente ante los deseos del príncipe. “¡Jamás!- exclamó- ¡No quiero dejarte ciego!” Pero el príncipe se echó a llorar y dijo: ¡Por favor, no me dejes! Sólo en ti puedo confiar”.

Al ver que el príncipe se entristecía, la golondrina no pudo negarse   a su deseo. Con gran cuidado arrancó los dos rubíes de sus ojos y se dirigió hacia el lugar que el príncipe le había indicado.

Era la casa de una niña pobre y muy bonita, pero que apenas tenía nada que comer, ni vestidos que ponerse. Mientras dormía, la gentil golondrina depositó sobre su cama los dos preciosos rubíes.

Después volvió junto al príncipe y le anunció su partida. “El invierno llega y no puedo retrasarme más. ¡Adiós!” Pero una vez más el príncipe la retuvo. “No te vayas. Aún me queda mi vestido de oro”.

La golondrina arranco un pedazo del vestido del príncipe, mientras le decía: “¡Cuánto siento dejarte desnudo!” Pero el príncipe respondió: “Piensa que lo más importante es ayudar a los que sufren”.

La golondrina repartió el oro del vestido del príncipe entre todos los pobres. Cada familia humilde encontró al despertar a la mañana siguiente, un regalo que remediaría su hambre y sus privaciones.

También el abuelo que vivía con su nieta y se hallaba imposibilitado para trabajar, tuvo su pedazo de oro. Desde aquel día todo sería diferente en su humilde morada. ¡Estaban salvados!.

Y llegó un momento en que la estatua del príncipe quedó completamente desnuda y deteriorada. Mas fue entonces cuando se sintió muy complacido al saber que su obra había terminado.

Los primeros fríos del invierno llegaron a la ciudad y la golondrina que apenas podía sostenerse después de tanto trabajo, cayó muerta a los pies de la estatua. Pero su sacrificio no había sido e vano.

A la mañana siguiente, el alcalde, al pasar por la plaza, vio la estatua que antes fuera el orgullo de la ciudad completamente mutilada y exclamó: “¡Hay que derribarla! ¡Es una vergüenza para nosotros!”

Y mostró a su ayudante el plano de la nueva autopista que antes debía dar un rodeo para no derribar la estatua del príncipe. Ahora podría construirse en línea recta y la ciudad ganaría en espacio y belleza.

Y así fue como la estatua del príncipe feliz, que tanto había hecho por aquella ciudad, fue derribada sin ningún miramiento y la golondrina quedó aplastada bajo las  ruinas sin que nadie lo advirtiera.

Pero no creáis que todo se perdió. Observad el cielo en una noche estrellada y veréis dos estrellas que brillan mucho más que las otras. Son los corazones del príncipe feliz y de la abnegada golondrina.

                                                                                                                                   "El Príncipe Feliz"-Oscar Wilde.

                                                            

pfeliz

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