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laCasademiAbuela
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  • Je suis en train de faire la rénovation de la maison de ma grand-mère. Des recettes de cuisine, de la bidouille, du tricot, de la couture, du séries BBC en V.O., de la photograhie, de mon village... bref, ma p'tite vie!!!
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7 juillet 2012

La Dama de Shallot

I

ambos lados del río se despliegan

sembrados de cebada y de centeno

que visten la meseta y el río tocan;

y corre junto al campo la calzada

que va hasta Camelot la de las torres;

y va la gente en idas y venidas,

donde los lirios crecen contemplando,

en torno de la isla de allí abajo,

          la isla de Shalott.

.

El sauce palidece, tiembla el álamo,

cae en sombras la brisa, y se estremece

en esa ola que corre sin cesar

a orillas de la isla por el río

que fluye descendiendo a Camelot.

Cuatro muros y cuatro torres grises

dominan un lugar lleno de flores,

y en la isla silenciosa vive oculta

          la Dama de Shalott.

  .

Junto al margen velado por los sauces

deslízanse tiradas las gabarras

por morosos caballos. Sin saludos,

pasa como volando la falúa,

con su vela de seda a Camelot:

más ¿quién la ha visto hacer un ademán

o la ha visto asomada a la ventana?

¿O es que es conocida en todo el reino

          la Dama de Shalott?

Sólo al amanecer, los segadores

que siegan  las espigas de cebada

escuchan la canción que trae el eco

del río que serpea, transparente,

y que va a Camelot la de las torres.

Y con la luna, el segador cansado,

que apila las gavillas en la tierra,

susurra al escucharla: “Ésa es el hada,

           la Dama de Shalott”.

 

II

Allí está ella, que teje noche y día

una mágica tela de colores.

Ha escuchado un susurro que le anuncia

que alguna horrible maldición le aguarda

si mira en dirección a Camelot.

No sabe qué será el encantamiento,

y así sigue tejiendo sin parar,

y ya sólo de eso se preocupa

          la Dama de Shalott.

Y moviéndose en un límpido espejo

que está delante de ella todo el año,

se aparecen del mundo las tinieblas.

Allí ve la cercana carretera

que abajo serpea hasta Camelot:

Allí gira del río el remolino,

y allí los más cerriles aldeanos

y las capas encarnadas de las mozas

          pasan junto a Shalott.

A veces, un tropel de damiselas,

un abad tendido en almohadones,

un zagal con el pelo ensortijado,

o un paje con vestido carmesí

van hacia Camelot la de las torres.

Y alguna vez, en el azul espejo,

cabalgan dos a dos los caballeros:

no tiene caballero que la sirva

          la Dama de Shalott.

Pero aún ella goza cuando teje

las mágicas visiones del espejo:

a menudo en las noches silenciosas

un funeral con velas y penachos

con su música iba a Camelot;

o cuando estaba la luna en el cielo

venían dos amantes ya casados.

“Harta estoy de tinieblas”, se decía

          la Dama de Shalott.

 

III

A un tiro de flecha de su alero

cabalgaba él en medio de las mieses:

venía el sol brillando entre las hojas,

llameando en las broncíneas grebas

del audaz y valiente Lanzarote.

Un cruzado por siempre de rodillas

ante una dama fulgía en su escudo

por los remotos campos amarillos

          cercanos a Shalott.

Lucía libre la enjoyada brida

como un ramal de estrellas que se ve

prendido de la áurea galaxia.

Sonaban los alegres cascabeles

mientras él cabalgaba a Camelot:

y de su heráldica trena colgaba

un potente clarín todo de plata;

tintineaba, al trote, su armadura

   muy cerca de Shalott.

Bajo el azul del cielo despejado

su silla tan lujosa refulgía

el yelmo y la alta pluma sobre el yelmo

como una sola llama ardían juntos

mientras él cabalgaba a Camelot.

Tal sucede en la noche purpúrea

bajo constelaciones luminosas,

un malvado meteoro se aproxima

          a la quieta Shalott.

Su clara frente al sol resplandecía,

montado en su corcel de hermosos cascos;

pendían de debajo de su yelmo

sus bucles que eran negro cual tizones

mientras él cabalgaba a Camelot.

Al pasar por la orilla y junto al río

brillaba en el espejo de cristal.

“Tiroliro”, por la margen del río

          cantaba Lanzarote.

 

IV

Tensos bajo el tormentoso levante

los dorados bosques empalidecían,

la corriente gimiendo en la ribera,

lloviendo con fuerza el nublado

sobre la torreada Camelot;

descendió ella y encontró una barca

flotando junto al tronco de un sauce

y alrededor de la proa escribió

“La Dama de Shallot”.

.

Y en la oscura extensión río abajo

—cual osado vidente en trance,

contemplando tan sólo su infortunio—

con turbado semblante

miró hacia Camelot.

Y al acabarse el día

soltó la amarra, y se dejó llevar;

lejos arrastró la corriente

a la Dama de Shallot.

.

Yacente, ataviada con níveo ropaje

que ondeaba suelto a los costados

—las hojas sobre ella ligeras cayendo—

a través de los ruidos de la noche

bajó flotando hacia Camelot:

y mientras su proa iba a la deriva

entre las colinas de sauces y los campos,

le escucharon cantar su última canción,

a la Dama de Shallot.

.

Una tonada oyeron, lastimera, implorante,

ora en alta voz, ora en voz baja,

hasta que, lentamente, se fue helando su sangre

y se oscurecieron sus ojos por completo,

vueltos hacia la torreada Camelot;

pues antes de que la corriente la llevara

junto a la primera casa en la orilla,

cantando su canción murió,

la Dama de Shallot.

.

Bajo torre y balcón,

por muros de jardín y soportales,

cual reluciente y alta silueta pasó flotando,

pálida como la muerte entre las casas,

  silenciosa en Camelot.

Acudieron a los muelles,

caballero y burgués, lores y damas,

y en torno a la proa leyeron su nombre

La Dama de Shallot.

.

¿Quién es? ¿Y qué hace aquí?

Y en el cercano palacio, iluminado,

murieron los sones del regocijo real;

y se persignaron con temor

todos los caballeros de Camelot:

mas Lancelot se quedó pensativo;

dijo “Tiene un hermoso rostro;

Dios en su bondad la llenó de gracia,

  a la Dama de Shallot”.

 

Alfred Tennyson  1843.

la-dama-de-shalott

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